Nacional | Cómo debe ser la justicia para las mujeres en Bolivia | Revista Maya Nº 60 | Agosto 2022

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Desde sus orígenes, con los escritos de Carlos Marx y Federico Engels, la lucha por la liberación de la mujer tomó un papel central para los comunistas. Ya desde el Manifiesto del Partido Comunista los mencionados autores argumentaron cómo la clase dominante oprime a las mujeres, relegándolas a “ciudadanas de segunda clase” en la sociedad y dentro de la familia: “El burgués ve en su mujer un mero instrumento de producción…, no sospecha siquiera que el verdadero objetivo que perseguimos, es el de acabar con esa situación de las mujeres como mero instrumento de producción”.

Después de la muerte de Marx, Engels utilizó algunas de aquellas notas para su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, donde analizaba el surgimiento de la opresión de las mujeres como el producto de la aparición de la sociedad de clases y de la familia nuclear.

Engels se centra en los aspectos personales de la opresión de las mujeres dentro del marco familiar, incluyendo la extrema degradación sufrida por estas a manos de sus maridos, con un grado de desigualdad desconocida en las sociedades anteriores. Engels califica el surgimiento de la familia nuclear como “la derrota histórica del sexo femenino a nivel mundial”. Aunque las notas de Marx sugieren que esta derrota histórica mundial se inicia y desarrolla durante un periodo de tiempo más extenso, precediendo y conduciendo a la aparición de la sociedad de clases, con el resultado final de un enorme retroceso en la igualdad de las mujeres respecto de los hombres.

Además, Engels sostuvo explícitamente que la violación y la violencia contra las mujeres se iniciaron dentro de la familia, en sus mismos orígenes: “El hombre tomó el mando también en el hogar; la mujer fue degradada y reducida a la servidumbre; se convirtió en la esclava de su lujuria y en un mero instrumento para la producción de hijos… Para asegurar la fidelidad de su mujer, y por tanto la paternidad de sus hijos, es entregada sin condiciones al poder del marido; si él la mata, solo está ejerciendo sus derechos”.

Engels también explicó cómo el ideal de la familia monógama en la sociedad de clases se basa en una hipocresía fundamental. Desde sus inicios la familia ha estado marcada por el “carácter específico de la monogamia solo para la mujer, pero no para el hombre”. Mientras que los actos de infidelidad de las mujeres son duramente condenados, sin embargo, se consideran “honorables en el hombre o, en el peor de los casos, un leve pecadillo contra la moral que se puede asumir alegremente”.

Aterrizando en nuestro país

Después de la fundación de la República de Bolivia en 1825 lo que las mujeres hemos avanzando en cuestión de derechos ha sido muy poco, recién a partir de 1952, 127 años después, se termina de reconocer el voto de las mujeres y se nos reconoce como ciudadanas, mientras que a partir de 1997 se aprueba una cuota de participación obligatoria de mujeres en cargos electivos con un pobre 30%, y no es hasta 2013 que se reconoce la violencia contra la mujer, con la aprobación de la Ley 348, incluyendo la figura de femenicidio como un delito penal; como en 2010, ampliando la participación de las mujeres en las listas electorales en un 50%.

Se ha avanzado en varios aspectos, pero aún es insuficiente, porque las bolivianas no somos iguales, existen diferencias de clase y nación que combinados con el sistema patriarcal pesan mucho para ejercer derechos. De esta manera, vemos importante avanzar sobre el reconocimiento de los aportes materiales y económicos de las mujeres desde el hogar, sin caer en las propuestas liberales que terminan discriminando a mujeres no urbanas o de sectores trabajadores.

Igual urge que se encare sobre todo el gran vacío que tenemos como pendiente para las mujeres, como es el acceso a la justicia. No hemos avanzado en este aspecto, nos hemos quedado estancados en el poco acceso a la justicia, especialmente para las mujeres. A pesar que tenemos diferentes lugares para sentar una denuncias, como los Servicios Legales Integrales Municipales (SLIM), la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV), la Fiscalía, es complejo hacer una denuncia y aunque una víctima contrate abogados particulares o recurra a los abogados que el Estado provee, se enfrenta a que nadie le crea, a la indolencia, a la falta de profesionalismo y a la corrupción que alienta a la impunidad.

  1. Una primera demanda es una sociedad sin machismo y sin violencia, es decir, sin capitalismo. Una sociedad donde se reconozca el aporte de la mujer desde el aparto económico al Estado.
  2. Una segunda demanda es que las mujeres tengamos las mismas oportunidades de trabajo, sin machismo ni cosificación del cuerpo de la mujer como requisito para tener un trabajo. Al igual los espacios políticos: por mérito y no simplemente para llenar curules a los partidos políticos.
  3. Una tercera demanda es que en todas las instancias que atienden una denuncia de violencia se cuente con funcionarios especializados, capaces y con calidad y calidez. Asimismo, es muy urgente que se conforme una unidad especializada de delitos contra la violencia a la mujer en la Fiscalía.

En teoría, pareciera que con las instituciones llamadas por Ley podríamos haber frenado los feminicidios y sancionar a los criminales, pero lo real es que después de la promulgación de la Ley 348 los casos de feminicidio todos los años hasta la fecha han ido incrementando o han visibilizado una situación terrible para las mujeres de este país. Y esto es por una razón: las mujeres, más allá de las normativas y los eslogan, hemos visto que el cambio solo fue teórico, no hubo un cambio estructural, las instituciones siguen siendo machistas y patriarcales, nuestra sociedad sigue, y con mayor fuerza, naturalizando la violencia a las mujeres, se continúa revictimizando a las mujeres, poniendo en duda en todo momento la palabra de una denunciante y así, si tiene suerte, recepcionarán su denuncia, por lo que no es de extrañar que el 99% de los casos de feminicidio tenían denuncias previas, y que muchas de esas víctimas recurrieron a las instituciones mencionadas para informar que corría riesgo su vida y en vez de recibir la ayuda correspondiente tristemente sus agresores terminaron de cumplir su amenazas cegando una vida y dejando una herida abierta a una familia, a unos hijos o finalmente a nuestra propia sociedad.

Inessa Armand, la primera dirigente del Departamento de la Mujer en la Revolución rusa de 1917, hizo la siguiente observación: “Si la liberación de la mujer es impensable sin el comunismo, el comunismo es también impensable sin la liberación de la mujer”.

¡La lucha por el socialismo y la lucha por la liberación de la mujer: no es posible una sin la otra!

MG-Cbba

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