Marito querido:
No dejo de pensarte, sé que te estás molestando, te escucho decir bien claramente: “siempre hay que seguir adelante” con la lucha y hacer la Revolución. Permíteme abrazarte con estas letras desperdigadas que dejo como humilde homenaje.
1
Un día me sentaste en tu sala, con voz calmada me dijiste que lo que más despreciaste entre compañeros es ese afán por imponerse y dividir, cosas así mataron –según me aseguraste– a muchos de los mejores y que esos desencuentros solamente alimentan al enemigo, finalmente no es suficiente tener la razón, sino que hay que saber cómo tenerla. Si no fuese porque te vi tantas veces callar, retroceder y reír frente a un agravio, no te hubiera entendido y ese día te entendí como nunca, puede explicarme tus salidas frente a tantos percances, que esos momentos creíamos importantes, pero que frente a la vida y a ese formidable enemigo que nunca dejaste de combatir que es el capitalismo, no son nada. Un compañero, una compañera, es un ser precioso con el que hay que saber construir, aunque claro, existe un código, un accionar que te permite ese privilegio.
2
Eran tiempos de acciones y esa Revolución caribeña que relampagueó en tu vida como en la de millones de revolucionarios jóvenes de tu época te llamó a seguir la senda del Che y de Fidel. Tus primeros pasos estuvieron con los maoístas, quienes con su primer promotor, Federico Escobar Zapata, coincidían plenamente, pero la vida te llevó a ser integrante del Ejército del Che, del Ejército de Liberación Nacional (ELN) cuyas pruebas de fuego te llevaron a La Paz a colgar las banderas del ELN en lugares públicos y de afrenta al régimen con la advertencia de que quienes se atrevan a sacarlas corrían riesgo de salir malheridos, lo que en una de esas se cumplió. Eras rudo, porque entendías perfectamente eso de ser duros sin perder la ternura que reclamaba el Che, y sabías defender tu verdad sin cobardías ni excusas, como lo hacen las mujeres y hombres de tu ELN, pues no se rinden.
3
Recuerdo que me contaste que de estudiante universitario en tu natal Oruro decidieron resistir al golpe de Estado de Banzer en agosto de 1971. Se defendieron como pudieron y recuperaron los pequeños tesoros de la Universidad Técnica de Oruro, la UTO. La suerte te abrazaba y frente a los errores del ejército gorila salieron airosos en esas victorias populares, estudiantiles y revolucionarias que el oprobio y la mediocridad buscaron tapar u olvidaron. Con tus entonces escasos 24 años nunca luchaste desde afuera, sino ahí, en el combate.
4
Cercano a toda esa camada de valientes revolucionarios, fuiste testigo de enojos que llevaron tempranamente a errores que costaron dolor y vidas realmente valiosos. Víctor Guerra fue tu compañero, pero nadie, ni tú, pudieron salvar un momento complejo en el que cualquier desconcentración iba a costar la vida de Maya, Inti y muchas otras y otros. ¡Cómo lamentaste esos sucesos! Finalmente el pueblo perdió a sus mejores cuadros que con algo más de tiempo hubieran logrado tomar el cielo por asalto y construir tu amada Revolución para desarraigar de estas tierras y de la Patria Grande a la miseria y la opresión.
5
Las garras de los gorilas te alcanzaron, conociste a Jesús en esas penosas circunstancias en una Casa de tortura de donde se escaparon, pero no sin antes haber fallado cuando detenido en plena fuga no delataste a tu compañero y resististe la tortura aferrado a que incluso así habías vencido a tus carceleros y torturadores. Finalmente te evadiste y con uno esbirro por delante y del cuello te asilaste y saliste al exilio a Lima en donde te hermanaste con otros compañeros, aunque no hayan sido de tu organización. Pero también, tu fortaleza vino del amor infinito de tu compañera, la Zule, que militante como tú, recorrió todos tus sufrimientos y todas tus alegrías, te dio cobijo y comprensión, una vez nos dijiste que “ella es mi compañera y está a mi lado”.
6
Tu calidez venía de ese fuego de juventud que ardió en revolución en donde lo que valía es quién daba su mayor esfuerzo, quién tomaba más tareas en sus manos y quién estaba listo para afrentar cualquier acción, por ello, te regocijabas de ver más jóvenes buscando que tomen tus banderas hasta la victoria final. Esa militancia que forjaste se complementaba con tu ternura y aunque pocas veces de las que fui testigo, a tu edad te vi tomar por el cuello a la conducta impropia y sacarla por la puerta, desdeñar la soberbia: “si ya no quieren, ni modo, ya no hay nada de qué hablar, se van a la mierda”, aunque nunca cerrabas la puerta a nadie. Militaste hasta los últimos días, siempre pidiendo no bajar la cabeza y “siempre seguir adelante” sin dejar de abrazar a tus compañeras y compañeros y con paciencia infinita y cariño predicar con el ejemplo. (Algún día se podrá relatar tu aporte a la resistencia popular contra el golpe de Estado de 2019)
7
Tu última batalla, Ramón –que fue tu nombre de guerra en honor al Comandante Guevara, como confesaste al Guille– no fue contra el COVID, sino contra la injusticia que desde tu cama de hospital hiciste de todo para denunciar y te alegraste que se sepa que la irresponsabilidad y la mediocridad fueran expuestas para que nadie sufra, por eso eres nuestro y de todas y todos quienes luchan.
¡Arderá la juventud y la Revolución de nuevo, tus banderas, que son las del Che, de Coco, de Willy, de Inti, de Maya, de Imilla, de Genny, de Elmo y de tantas otras y otros no serán arriadas jamás!
Boris Rios Brito