El gobierno de facto de Janine Áñez, que se hizo del poder por un golpe de Estado violento que contó con la participación de la policía amotinada, así como con el papel de la jerarquía militar y grupos paramilitares y parapoliciales, desnudó las debilidades del Proceso de Cambio, pero también hizo evidentes las características esenciales de la propuesta de los sectores conservadores de derecha en Bolivia.
Durante el desgobierno de Áñez la política se centró en la persecución política y judicial y la represión violenta con policías, militares y grupos paramilitares contra los sectores populares, por su puesto contarios al régimen. Persiguió y encarceló a dirigentes y candidatxs de los sectores populares con falsas y vulgares acusaciones que el aparato judicial trató de apañar en clara acción de servilismo y subordinación. Así, la violación permanente y sistemática de los Derechos Humanos y el ataque a la libertad de expresión se convirtieron en unas de las principales armas del régimen.
Casi de forma inmediata, Áñez y su pandilla ajustaron medidas para la liberación de cupos de productos alimenticios para el mercado interno, en clara acción de favorecer a los agroempresarios orientales, que no conformes con ello consiguieron libertades para la importación de semillas transgénicas, prohibidas por la Constitución, y que los sectores liberales criticaron, pero en este caso callaron o bajaron sustancialmente su crítica.
Pero estas fueron algunas medidas que buscaban engranarse con otras dirigidas a la libera- lización plena de la economía, que se acompañaron con una campaña temprana contra la propiedad estatal, como aquella de la época de vigencia plena de neoliberalismo cuando se decía que “a menos Estado más sociedad” y que resultó en una enajenación voraz que intentó privatizar hasta el agua de la lluvia.
Todo este actuar se transversalizó con una flagrante corrupción sistemática y presente en todo el Gobierno, como con una descarnada pugna interna por el poder y los recursos que resultaron en una crisis de gabinete, con cambio y recambio de mi- nistrxs. La situación económica crítica, al margen de la crisis de la pandemia, ha demostrado la profunda incapacidad de la derecha para manejar el Estado.
Retirada la candidatura de Áñez, lxs candidatxs de la derecha buscaron marcar sus diferencias con esa gestión, sin embargo, desde Camacho hasta Mamani, pasando por Mesa, todos tienen en común una clara propuesta por la liberalización económica, por ejemplo, con la supresión de la subvención del diésel y la gasolina.
Todo esto demuestra que la única propuesta que permitiría allanar un sendero para la construcción de una sociedad más justa y digna es con el binomio Lucho-David, asegurándose la estabilidad económica, la política y la social. Marco democrático que facilitaría al guevarismo su trabajo abierto y con las clases populares por objetivos socialistas para Bolivia.
HVS-MG