El inicio del escenario de las elecciones subnacionales a realizarse el próximo 2021, ha dejado al descubierto que la política boliviana gira alrededor del Movimiento Al Socialismo (MAS), que las organizaciones y movimientos sociales generan su debate al interior del mismo, en lo que valga entender la “estructura” del MAS y sus dinámicas, es decir, en sus diferencias de organización por regiones y que el MAS no es precisamente un partido. Pero los debates están muy lejos de centrarse en la Revolución Socialista o el profundizar los caminos para ella, como se le reclamaría a una estructura parida en la lcuha que levanta las banderas revolucionarias, sino que han tenido como base el cuoteo o la prebenda individual o grupal.
Asimismo, tras la emergencia popular que recuperó la democracia del golpe de 2019, cuidó del MAS para que no sea proscrito y le dio una contundente victorial electoral en 2020, también se hizo evidente la crisis del MAS como organización, ya que sus dirigencias locales no solamente no dieron las directrices para la resistencia al golpe, sino que básicamente desaparecieron frente al peligro, dejando huérfanas de dirección a las masas que se auto convocaron y auto dirigieron muchas veces con contradicciones, con falta de claridad y de coordinación local, regional y nacional.
En este contexto, la selección de candidaturas del MAS ha causado mucho revuelo debido a que sus direcciones departamentales, cuestionadas y desprestigiadas, han tomado decisiones a veces contrapuestas a las demandas populares y han privilegiando criterios prebendales o incluso proyectos de sobrevivencia personal al auto nombrarse candidatos y relegando a compañeros y compañeras que han tenido un papel importante en la resistencia al golpe o que cuentan con la representatividad necesaria.
Este hecho lleva al MAS a un nuevo momento de evidencia de crisis con dos posibles desenlaces: que pueda llegar a aplacarse la disconformidad bajo la consigna de “unidad contra el bloque golpista” y permita nuevamente al MAS obtener una buena representación local, en el mejor de los casos, o que, en el segundo caso, que este camino pueda llevar también a que las ciudades más grandes de Bolivia tengan una presencia importante de la derecha y que este sea un factor de contrapoder y desestabilización al actual gobierno de Arce.
Lo cierto es que mientras para lo popular la vuelta a la democracia, ahora con una nueva ola de COVID en ciernes, no tenga como correlato un llamado a construir una Revolución, es decir, un cambio radical, la sombra de la politiquería seguirá rondando, ya sea con argumentos liberales de todo tipo, incluidos los que se reclaman indianistas, o con el vaciamiento de consignas e imágenes de la revolución como el ¡Patria o Muerte! que declara la decisión sin vueltas de luchar hasta las últimas consecuencias, sin vacilaciones ni concesiones contra el capitalismo y su empecinamiento en detener las ruedas de la historia. Es tiempo de que desde abajo y a la izquierda, se fortalezca el proyecto histórico y se construya una nueva épica revolucionaria.
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