II NACIONAL I Hoja sagrada de la coca: ¿A dónde vas? I Revista Maya Nº 62 I Julio 2023 II

guevarista
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El imperialismo ha convertido a la hoja sagrada de los Andes en una droga. En los inicios de la explotación de la coca, las élites estadounidenses alentaron la producción ante el interés de la ciencia y la industria. Desde Europa (austro-suizo-alemán), por otro lado, para el transporte de la hoja de coca se desarrolló un método de procesamiento, creándose la pasta base de cocaína, de mejor almacenamiento y menores costos. En 1859 el bioquímico Albert Niemann extrajo la cocaína para la medicina. Inclusive el famoso psicoanalista Sigmund Freud aplicó este producto a sus pacientes: “En mi última depresión profunda tomé coca de nuevo, y una pequeña dosis me elevó a las alturas de forma maravillosa”.

Las potencias imperiales montaron rápidamente cultivos experimentales, dando inició con la globalización de la cocaína. Los británicos, en 1880, sembraron semillas en un vivero en los Jardines Reales, desarrollando cultivos en Sierra Leona y Jamaica. Por su parte, Francia y Alemania sembraron coca en Tanzania, Togo y Camerún, al igual que en Guadalupe, Martinica, Trinidad y República Dominicana. Mientras que la fábrica de cocaína Neerlandesa (Nederlandsche Cocaine Fabriek) fue la mayor productora de cocaína: 1.5 toneladas al año a partir de 1910 (Gootenberg, 2001).

La Primera Guerra Mundial disparó la demanda. Los británicos proveían cocaína a sus soldados. Los Países Bajos mantuvieron el monopolio, vendiendo a ambos bandos y aumentando su producción a 30 toneladas. Por su parte, la farmacéutica japonesa Hoshi Pharmaceuticals cultivó coca en 583km² en el Perú para el mercado japonés.

Al final de la Segunda Guerra Mundial los aliados iniciaron una guerra contra la industria japonesa de cocaína. Se quemaron las plantaciones de coca en el sudeste asiático preparando una visión política contra el uso de la cocaína, llegando a imputar por tráfico de drogas a dos funcionarios del Gobierno y a un general del Estado japonés (Gootenberg 2001).

Desde 1950 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) impuso un cupo de dos toneladas para uso terapéutico. Y en 1961 la Convención de la ONU sobre Narcóticos asumiría la ilegalización de la cocaína. Los Estados Unidos asumieron, a partir de la creación de la (DEA), el control del negocio de las drogas. En Bolivia la DEA instaló y regentó la fábrica de cocaína más grande de los años 80, con lo cual financiaba guerras y a los contras en Nicaragua.

La situación actual

En Colombia, la gestión 2021 con siete bases militares estadounidenses para lucha contra el narcotráfico, reportó más de 204 mil hectáreas de cultivos de coca; en el Perú existen más de 61 mil 777 has de cultivos, mientras que en Bolivia se reportan alrededor de 30 mil 500 has.

El escenario del consumo de drogas en los últimos años se ha complejizado con la incorporación de drogas sintéticas, especialmente opioides a partir de la producción y distribución legal con fines médicos, creándose escenarios dantescos en diferentes localidades estadounidenses.

La lucha contra los carteles tradicionales de Colombia, México y Brasil ha conducido a una fragmentación acentuada de las bandas de narcotraficantes, calculándose en centenares de organizaciones criminales que se articulan desde la producción, el trasiego y la distribución.

Los precios de la hoja de coca se han reducido en más del 50%, afectando la economía de los campesinos y comunidades productoras. La respuesta ha sido el incremento de las superficies de cultivo, lo que expande la oferta y la reducción de los precios se traslada al eslabón más débil de la cadena: el productor de la hoja de coca.

¿Qué hacer?

La hoja de coca en Bolivia, frente a la ofensiva norteamericana, se convirtió en un instrumento de lucha política contra la intromisión del Imperio y por libertades políticas y socioeconómicas del país. Sin embargo, es evidente la necesidad de una redirección de las políticas y estrategias de la producción e industrialización de coca en nuestro país, dado que la producción y distribución de drogas, en particular de cocaína, han incrementado, poniendo en riesgo nuestra independencia y la posibilidad de un proyecto encaminado al socialismo.

La situación actual nos lleva hacia escenarios de violencia y el sometimiento a fuerzas externas dadas las connotaciones violentas actuales, la intromisión del capital delincuencial y la posibilidad de constituirse en pretexto para la intervención imperial.

Es necesario establecer nuevas políticas y estrategias para los cultivos de la hoja de coca, llegando a la elaboración de un nueva normativa que garantice las economías campesinas y un desarrollo sustentable y sostenible en las áreas cocaleras para usos legales y consumos tradicionales, incorporando nuevas actividades productivas, rentables y sustentables.

MG

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