La dicotomía izquierda y derecha es un fenómeno que surge con la Revolución francesa y que luego se extendió por el mundo entero hasta el presente. La derecha, históricamente, expresa intereses conservadores, y en nuestro país intereses de clase de terratenientes, capitalistas y fracciones de la pequeña burguesía que constituye la peonada al servicio de la clase dominante. Es decir, la denominada comúnmente “clase media” constituye un pilar de la reacción, históricamente ha ensanchado la base social del conservadurismo y la ultraderecha, lo paradójico es que no representa sus intereses propios, sino los de los grandes capitales. En el fondo, esta pequeña burguesía no porque se alimente de las migajas que deja caer la gran burguesía deja de ser la más firme defensora del status quo capitalista. En el fondo, estas fracciones de clase –media– constituyen la base social de la reacción, tal como quedó claramente evidenciado en noviembre de 2019.
Por otra parte, la izquierda, históricamente, parece expresar los intereses de las clases populares, de la clase obrera, el campesinado pobre y medio, fracciones de la clase media empobrecida y los desposeídos en general, quienes habitan los cinturones de miseria de nuestras ciudades, y desde luego los intereses de los pueblos indígenas que, en los últimos años, aparecen como el “sujeto histórico” desvinculado de todo interés de clase, al menos para algunas corrientes indigenistas alimentadas por el discurso posmoderno burgués al que dócilmente se somete el sistema educativo en general y, por cierto, la academia, hoy en día reducida a centros de formación de cuadros al servicio de la clase dominante.
De todas maneras, hay izquierdas e izquierdas, basta recordar noviembre de 2019, donde los «izquierdistas» próximos al Conade marchaban a la zaga de los comités cívicos, que representaban y aún representan en la punta de lanza de la ofensiva fascista en el país. En el fondo, estos organismos corporativos (cívicos) son bandas neonazis organizadas, al servicio de los intereses de los gamonales del Oriente y la Embajada yanqui; quienes continúan conspirando contra el Gobierno, elegido democráticamente en las urnas, algo que todos lo saben, salvo los tecnócratas del propio Gobierno, que no toman iniciativa alguna porque necesitan preservar el Estado de derecho, cosa que la reacción nunca considera, porque le vale un rábano el Estado de derecho, porque no es de su interés preservar y defender la Constitución o la ley, porque ellos no están para preservar y obedecer la ley (expresión de la voluntad general), sino para imponer sus decisiones de clase por encima incluso de la Constitución. El discurso democrático no es más que una careta utilizada en función de sus intereses de clase.
El gobierno del MAS tras el triunfo electoral de 2020
Lo sabemos por experiencia propia, la izquierda –la que quiere hacer cambios y afectar los intereses de la clase dominante– la tiene difícil cuando se trata de gobernar, basta mencionar la experiencia de la UDP en la década del 80, y si se quiere ir hacia un ejemplo paradigmático el gobierno de la UP de Salvador Allende en Chile en la década del 70 del siglo pasado, un gobierno que afectó a la gran propiedad capitalista, al extremo que incluso efectivizó la estatización de la banca y por eso fue cortado abruptamente por un golpe de Estado sangriento. Por cierto, la experiencia del MAS, que pudo sobrevivir durante 14 años en la administración del Estado, pese a que se desenvolvió sin afectar demasiado los intereses de los gamonales y la gran propiedad transnacional, no pudo escapar a la ley de hierro de la democracia en el siglo XX. Pese a sus limitaciones en lo tocante a afectar los intereses económicos de la clase dominante, igual le sobrevino un golpe de Estado.
El gobierno del MAS, elegido por el voto popular en las elecciones de 2020, constituye a su vez la expresión paradigmática de las enormes dificultades que debe afrontar la izquierda –claro, si quiere promover cambios y no la “izquierda” a lo Lenín Moreno en Ecuador– para gobernar bajo “democracia”; y es que la denominada democracia, y lo que supone el parlamentarismo y el Estado de derecho, son incompatibles con el sistema social imperante. Es decir, la democracia no es posible bajo el régimen de la propiedad capitalista, porque bajo este sistema todas las instancias del régimen social están obligadas a someterse a la tiranía del capital, no puede afectar sus “sacrosantos” intereses, pruebas sobran… el supuesto debate parlamentario es una ilusión no solo por el predominio filisteo en el Parlamento y el bajísimo nivel de la gente que funge de “padre de la patria”, bajo estas condiciones la libre argumentación es una ilusión. El debate parlamentario en estas condiciones no existe, no solo por lo indicado, sino porque esta instancia democrática está secuestrada por los intereses de terratenientes y empresarios; el Estado de derecho es una apariencia imposible de realizarse en estas condiciones, basta mencionar la imposibilidad del debate en torno a temas cruciales que hacen a los intereses nacionales y populares.
Otro ejemplo en dirección con lo mencionado: el juicio para sancionar las masacres de noviembre de 2019 no avanza, ni el proceso Golpe de Estado I, y mucho menos el proceso Golpe de Estado II, esto porque el aparato judicial está cooptado por los intereses empresariales, de gamonales del Oriente y, desde luego, la Embajada norteamericana.
El quilombo que están armando actualmente las bandas neonazis de Santa Cruz por el Censo es otro ejemplo de lo que aquí decimos, cualquier problema, por más minúsculo que sea, da motivo para movilizar a la masa idiotizada que tienen siempre a disposición (cívicos, médicos, profesores, universitarios, etcétera).
La política económica
Desde luego, no se puede hacer una lectura adecuada de la realidad en blanco y negro, la política económica del gobierno del MAS persiste en el modelo estatista keynesiano, la economía, pese al contexto internacional desfavorable, se mantiene estable, se conservan las subvenciones a la gasolina, el pan y otros producto básicos y no se ha modificado, como quisieran los empresarios, los exportadores del Priente principalmente, el tipo de cambio con el dólar, cosa que ya habría ocurrido si los representantes de la vieja derecha neoliberal hubiesen tomado la administración del Estado en 2020, a estas alturas no solo que tendríamos ya al FMI en nuestro país y la devaluación de la moneda y, como efecto, una creciente ola de miseria y protesta popular, además de una enorme represión, como en las viejas épocas neoliberales.
Pero no basta lo que hace el gobierno del MAS, porque la reactivación económica es lenta y persisten las enormes asimetrías sociales, subsisten los privilegios de la clase dominante. El asunto de fondo es que jamás habrá unanimidad en torno de un modelo económico, porque sobre las espaldas de alguien siempre se echan las crisis del sistema, en este caso el Gobierno hace lo posible por mantener estable la economía, pero no afecta mayormente a los poderosos y tampoco favorece a los de abajo por su enorme temor a la clase dominante.
El Proceso de Cambio
¿Qué se entiende por Proceso de Cambio? Si es la mera inclusión indígena en el Estado boliviano en las distintas instancias desde el Parlamento hasta las alcaldías y el propio Ejecutivo, es una cuestión sin duda favorable que se realiza actualmente; sin embargo, si este proceso no supone tocar los intereses de los grandes terratenientes, que ostentan cientos de miles de hectáreas, o de los grandes banqueros, entre otros, entonces estamos en los límites del Proceso de Cambio, porque ciertamente solo supone un cambio cultural y de ninguna manera social.
Actualmente en el MAS se vive una época de búsqueda de una definición, existen corrientes conciliadoras con la derecha golpista, el Vicepresidente bien claro lo dijo y, en este sentido, su posición se enmarca en lo que vendría a ser la derecha del MAS. Existen asimismo otras corrientes que hablan de profundizar el proceso, aunque no se tiene claro aún qué supone esa profundización; en el fondo estas corrientes expresan una postura que se podría conceptuar como la corriente de izquierda del MAS.
Ante la rearticulación de la derecha la movilización
La rearticulación de la ultraderecha, que actuó en noviembre, revela que el Gobierno no hizo nada o hizo muy poco por desmantelar a las bandas fascistas que actuaron contra la ley. Este hecho supone para el pueblo trabajador, indígena y las clases populares en general, un motivo no solo de preocupación, sino de movilización y apronte ante el constante animo subversivo que proviene del Oriente.
Ante esta rearticulación corresponde a las clases populares no precisamente involucradas en el MAS, no solo la movilización popular para defender lo poco que queda del Estado de derecho, sino la necesidad de impulsar la formación y consolidación de estructuras políticas constituidas por cuadros con capacidad de actuar en el momento preciso. En otras palabras, se necesita un aparato político organizado con capacidad coercitiva, ya no basta la movilización de masas. Ya quedó demostrado en noviembre que la movilización espontanea del pueblo, pese a la ausencia de dirección, fue formidable aunque insuficiente. ¡Es preciso una dirección altamente politizada!
MG-Cbba
Revista Maya Nro. 60 | 8vo año | Agosto 2022