A un año del golpe de Estado cívico-militar en Bolivia, otra vez acudimos a las urnas, esperanzados quizás –algunos, los más– en poder “dirimir” allí la lucha de clases. Lo cierto es que están convocados dos proyecto-país antagónicos: por un lado, con el conjunto de los candidatos de las clases acomodadas, uno de tipo entreguista, desnacionalizador, neoliberal, neocolonial y racista; y por otro, con el binomio Lucho-David, uno soberano, nacional-popular, progresista, de liberación nacional y antiimperialista.
Hastiados de los atropellos, injusticias, corrupción y represión patronal-policial-militar, acosados por el hambre y el desempleo, las bolivianas y bolivianos humildes se inclinarán –no lo dudamos– por la retoma del Proceso de Cambio, en lo que se espera sea una contundente victoria popular.
Las tareas a realizar están claras y en boca de todas y todos: 1) Defender el voto del Proceso de Cambio; 2) Garantizar el ascenso al poder de Lucho-David. Después… congregarnos las mujeres y hombres de la izquierda para trazar un proyecto de largo aliento, de horizonte marcadamente socialista, sin medias tintas.
Dicho proyecto no podrá sino configurarse de un gran debate de ideas, donde confluyan las mejores y los mejores del pueblo, con el fin de garantizar una genuina participación popular. Deberá pararse sobre lo ya hecho y avanzar más allá, dándole a las y los humildes y con el esfuerzo de las y los humildes; alejados de toda política asistencialista y prebendalismo; exponiendo a las y los oportunistas de lindo hablar y trilladas consignas memorizadas para engañar a las y los del pueblo. Tampoco podrá dar cabida a la conciliación de las clases, proveer a las mayorías sin pretender tocar los intereses de la burguesía. Las medidas a adoptar, así como los métodos, saldrán del propio pueblo, el gran héroe de la resistencia en estos 12 meses. Por eso, de cara a la jornada de mañana y días venideros, no nos queda más que declarar:
¡Victoria popular, burgueses a la mierda!
¡Hasta la victoria siempre!
MG